viernes, 6 de abril de 2012

Los indignados y la defensa de la libertad


La reciente toma de posesión del nuevo presidente de Alemania, Joachim Gauck, es interesante, no sólo por convertirse en el primer presidente independiente y el undécimo del pais, sino porque en su discurso de toma de protesta se hizo una defensa vehemente de la libertad, como condición sine que non para alcanzar la justicia social, que, además, debe ser un legado para las siguientes generaciones mediante una refundación de la responsabilidad civica, la paz y la solidaridad. Lo anterior, no deja de llamar la atención dado el contraste de las fuertes medidas de ajuste social que se experimenta en la periferia europea, en buena medida de la mano de la gestión de la crisis de la denominada Troika (la Comisión, el Banco Central Europeo y el FMI), lo que guarda una estrecha relación con la coyuntura política y social que vive no unicamente la sociedad europea. 

El fantasma de la indignación, no solamente juvenil, que se ha apropiado de los movimientos de protesta social en un amplio segmento de países de diferente composición (iniciado por la primavera árabe, tomando fuerza con el movimiento del 15-M en España, y extendiéndose a EE.UU. con el movimiento occupy, aunque ya existían otras expresiones similares en el continente américano) refleja en términos más profundos una crisis sistémica, que estaría mostrando un punto de quiebre de un gran ciclo (Kondratieff), o en términos llanos, un cambio estructural en la historia del sistema capitalista. 

En este sentido, resulta llamativo, la inconformidad del propio presidente Gauck respecto al movimiento de los indignados. No obstante, en una lectura más cuidadosa, muestra que su rechazo se vincula con una provocación que invita a canalizar la inconformidad mediante la vía de la participación del pueblo en la política de manera institucionalizada, que permita mejorar los sistemas de representación democrática en las sociedades partiendo desde su base misma. Tal como lo hizo en su momento la generación del 68. 

Sin duda, éste es el gran tema de nuestro tiempo. El reto para las sociedades modernas es construir desde su realidad los canales que permitan hacer frente a los fuertes grupos de interés que han venido dividiendo y polarizando a naciones enteras. Curiosamente, América Latina, una de las regiones más afectadas por las medidas de ajuste económico en los años ochenta y noventa, tiene en Venezuela el único país con una ley de participación ciudadana que crea un cuarto poder: el poder ciudadano con facultad de fiscalizar al resto de poderes públicos (véase discurso de E. Dussel). Así pues, como diría el influyente dramaturgo y poeta alemán, lo relevante es participar y evitar a toda costa ser un analfabeto político.

Bertolt Brecht, Der Politische Analphabet

El peor analfabeto es el analfabeto político. No oye, no habla, no participa de los acontecimientos políticos. No sabe que el costo de la vida, el precio de las alubias, del pan, de la harina, del vestido, del zapato y de los remedios dependen de decisiones políticas.
El analfabeto político es tan burro que se enorgullece y ensancha el pecho diciendo que odia la política. No sabe que de su ignorancia política nace la prostituta, el menor abandonado y el peor de todos los bandidos que es el político corrupto, mequetrefe y lacayo de las empresas nacionales y multinacionales
Bertolt Brecht, Der Politische Analphabet, 1934





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