domingo, 20 de mayo de 2012

El desarrollo y La Dependencia: vigencia teórica y práctica


Los acontecimientos que experimenta el sistema económico mundial, tanto en términos de coyuntura como en su trayectoria de largo plazo, han puesto nuevamente sobre la mesa la necesidad de asir herramientas conceptuales y teóricas que ayuden a explicar y contrarrestar la dinámica del capitalismo moderno, así como de su desarrollo en las diferentes regiones del planeta. No es casualidad, por tanto, que se hubiese dado un renacimiento del enfoque keynesiano y de sus políticas con el fin de revertir la recesión que amenazaba (y amenaza) al mundo (principalmente desarrollado). Tampoco es coincidencia que ante la cierta “inoperancia” de las políticas neo-keynesianas implementadas se experimente un fuerte embate por parte de los defensores de las políticas ortodoxas (monetaristas), que hasta muy poco, gozaron de la hegemonía en la instrumentación de política macroeconómica mediante la defensa de su concepción del mercado y las bondades de su funcionamiento. En este punto nos encontramos: en un momento de debate en donde buena parte de la clase política gobernante vuelve a atarse al paradigma dominante y con ello a la instalación de los planes de ajuste estructural (ahora con mayor fuerza en la periferia europea); que fueron aplicados en buena parte del mundo en desarrollo durante la décadas de los ochenta y buena parte de los noventa, con especial intensidad en América Latina.

La experiencia de esta última es de tomarse en cuenta, no sólo por servir de “laboratorio” para este tipo de políticas ―y con ello la vivencia de un sinnúmero de externalidades negativas como consecuencia, en términos sociales, productivos e incluso culturales― sino también porque su puesta en marcha supuso decretar la “muerte” de enfoques teóricos surgidos en la región, que fueron muy influyentes en los principales centros académicos del mundo, y que no han dejado de trabajar y tener un fuerte debate interno, al tiempo que producen conocimiento. Este es el caso de la Teoría de la Dependencia (en diferentes vertientes: sociológica, económica, política y filosófica) creada a partir de la segunda mitad del siglo XX, y que se vinculó estrechamente con la economía del desarrollo. Sus autores, sin duda, influidos por el marxismo crearon un nuevo cuerpo teórico crítico que, no obstante, su bagaje y potencia analítica fueron perdiendo fuerza, más como resultado de la irrupción del monetarismo y la defensa del liberalismo de mercado, pero también por un conocimiento inadecuado de este enfoque. En palabras de Enrique Dussel “es una teoría que no fue bien definida ―en términos marxistas―, fue mal criticada, y, sin embargo, es plenamente vigente hoy dia para explicar lo que sucede en el proceso de globalización”. Desde luego, hago referencia al valor analítico del marxismo no en el sentido débil que usualmente se utiliza para denostar este enfoque, sino más en la posición analítica en la que le sitúan Schumpeter y Hicks para explicar los procesos históricos de transformación económica, que incluso han llevado al famoso historiador Eric Hobsbawm a señalar que los economistas del desarrollo ―más apegados con esta visión― y los historiadores hablan el mismo lenguaje.

En esencia, la teoría de la dependencia tuvo como principal aportación, además de interesarse en resaltar los factores no económicos y las particulariedades históricas, concebir un sistema económico mundial desde la periferia, en el cual existen naciones dominantes y otras dependientes, a causa de diversas razones: comerciales, productivas, tecnológicas, etc. El fruto de estas relaciones generan condiciones que dificultan generar un desarrollo endógeno, y reproducen fenómenos de marginación y exclusión. En este sentido, el fenómeno de la dependencia se ubica en el marco de la competencia. Especificamente de la competencia concreta del capital –aspecto, si bien, no desarrollado del todo por Marx–, que favorece un aumento del plusvalor relativo, impulsado por las nuevas innovaciones tecnológicas y una mayor productividad de los sectores involucrados en este proceso, al tiempo que se desplaza trabajo. En este marco, el capital periférico es dependiente del capital desarrollado y forma parte de un mecanismo compensatorio contra esta ley tendencial que aparece “en ciertas circunstancias y en el transcurso de largos períodos”. En sentido estricto, el fenómeno de la dependencia –expresada de forma abstracta– explícita la relación social global entre capitales globales nacionales de diverso grado de desarrollo y el intercambio de productos de mercancías con valor disímil. En este marco, el proceso de competencia emerge como el mecanismo que favorece el fenómeno de la nivelación de precios de las mercancías, que, en el entorno descrito, termina favoreciendo, en términos de ganancia, al capital global nacional más desarrollado, mientras que su contraparte termina transfiriéndole plusvalor. 

La teoría de la dependencia tiene otra cualidad y es que da explicación a grandes preguntas sobre la orientación del sistema capitalista moderno, a diferencia de la tendencia que muestra la economía del desarrollo de concebir el desarrollo desde plataformas cada vez más especializadas y entornos circunscritos. Asimismo, es la contracara de la teoría del crecimiento, que ve la dinámica de expansión económica todavia como un misterio. Dichas cualidades han llevado a nombrarla, por algunos autores, como la “gran teoría del desarrollo”. 

Con todo, lo anterior no implica que este enfoque sea la panacea, por el contrario, debe ser visto por los interesados en estudiar el desarrollo como una herramienta útil, que ha sido pionera en planteamientos como el de Desarrollo con Equidad ―tan ausente hoy dia. Es por ello que vale la pena volver la vista a los avances de esta teoría, en sus diferentes facetas: económica, política, ética, filosófica, etc.. La consecuencia puede ser una ganancia en partida doble: tener un panorama analítico más completo, e incluso, por que no, contribuir a enriquecer este enfoque, a fin de ayudar a combatir “la irracionalidad galopante dentro de la razón instrumental” (véase video adjunto) sobre la que descansan muchas de las políticas ortodoxas que hoy se implementan y que comprometen, a mi entender, un desarrollo global más armónico.