miércoles, 2 de mayo de 2012

El debate sobre la ayuda al desarrollo entre Sachs-Moyo-Easterly: parte 3 y última


La disputa entre Jeffrey Sachs y Dambisa Moyo –y Easterly– ejemplifica perfectamente la complejidad y polarización ideológica que puede llegar a adoptar la discusión sobre el papel de la ayuda internacional para el desarrollo. El enfrentamiento entre los primeros dos economistas se centra en determinar en qué medida la ayuda ha sido benéfica, principalmente, en el África. Un ejemplo de esta disputa la ofrece el argumento planteado por Moyo respecto a la necesidad de permitir a los pueblos africanos desarrollar sus propios bienes públicos, incluso los más básicos como salud y educación, y no hacer depender éstos de la ayuda de países occidentales, lo que finalmente termina por favorecer el status quo, mediante un circulo vicioso, que alimenta regimenes politicos despóticos y/o corruptos. Negando así, la posibilidad de un desarrollo real, fuera de la cultura de la dependencia de la ayuda que hoy vive la región. Por su parte, Sachs –profesor de Moyo en Harvard– ha criticado fuertemente este argumento debido a que abrir la puerta a posibildades de recortes sustanciales en la ayuda a África, principalmente, por parte de EE.UU., en un contexto de sobrecarga fiscal al contribuyente estadounidense (a causa de los fondos de rescate bancarios y el gasto militar) es una posición irresponsable que puede llegar a afectar a millones de africanos que se benefician de los programas que se derivan de esta ayuda, como son: vacunación, infraestructura básica, electricidad, agua potable, alimentos, fármacos retrovirales, entre otros. Este argumento, desde luego, afecta la posición defendida por Sachs que aboga por duplicar los fondos de ayuda actuales.

Es cierto, que este debate y la respuesta de Sachs obvia mucha de la construcción argumental que enriquece la propuesta de Moyo, plasmada en su libro Dead Aid, y que se centra, entre otros aspectos, en el desarrollo de estrategias de desarrollo basadas en el mercado y la creación de empleo productivo. Para realmente dar claridad a este tema es importante apartarse de los análisis que consideran únicamente los contrastes entre blanco y negro, y centrar el tema en los matices. Hay una infinidad de ellos que se dejan de lado si se adoptan posiciones reduccionistas. El solo hecho de ver la dinámica de los índices de desarrollo humano de la subregión africana que, prácticamente, es el motor del debate –el áfrica subsahariana– que nos ocupa, muestra la diversidad de experiencias: ya sean logros o retrocesos. En este tema, hay cierta parte de razón en la propuesta de Moyo, muy provocadora y honesta, por cierto, en el sentido de que es un anhelo de que los pueblos africanos puedan crear mercados más sólidos, que les permitan crear estrategias de desarrollo sostenible, sobre la base de ciertos pilares: inversión extranjera directa, comercio, desarrollo de mercados de capital, microfinanzas, ahorro y migraciones. En este sentido, Moyo ve como una gran oportunidad el papel que está teniendo China en la región, la cual ha venido impulsando un fuerte programa de inversión. No sólo en sectores extractivos, sino también diversificando en otros: turismo, textiles, telecomunicaciones, etc. Esto supone abrir los canales que puede detonar el crecimiento. Así pues, está convencida de que la via para el desarrollo pasa por este conducto, ya que China y África tienen amplias complementariedades. Sin negar los problemas que ésto puede suponer sobre las empresas locales, considera que debe ser tiempo de fomentar un mayor activismo de los gobiernos africanos en el tema de la regulación.

No obstante, existe cierto grado de ingenuidad en su propuesta, partiendo del hecho de que para Moyo "el desarrollo no es algo tan dificil". Aspecto que es muy debatible, ya que más allá de que se conozcan ciertas pautas que pueden desencadenar estrategias exitosas, debe quedar claro que al desarrollo se le reconoce como un fenómeno complejo y multidimensional. De esta forma, el mercado –tal y como se implementa hoy dia– no es la panacea. Asi lo pueden atestiguar otras sociedades de diferente nivel de ingreso. Cuentan mucho, las interdependencias, la calidad de las instituciones, la capacidad de coordinación económica que impulsa un cambio económico rápido y flexible, entre otros. Sachs, no se queda atrás en este tema. En el fondo focaliza mucho de su propuesta en el falso debate entre Mercado o Estado, a favor del primero, una vez que llegan los recursos (públicos o privados). Además, resulta muy cuestionable su deseo de que los países donantes puedan llegar al objetivo de destinar el 0,7 por ciento del PIB a más tardar en 2015, dado el contexto que vive el mundo desarrollado.

Lo anterior, muestra, que más allá de que llegasen a cumplirse los Objetivos del Milenio –aspecto no del todo claro–, es necesario modificar la hoja de ruta de la ayuda al desarrollo que permita diseñar estrategias no tan universales, una vez que los diferentes tipos de sociedades en el mundo en desarrollo requieren un tratamiento diferenciado. Esto, implica, desde luego, que los paises desarrollados pero también las nuevas potencias emergentes logren reducir la brecha en materia de inconsistencias de políticas en favor de un desarrollo global más armónico y sustentable. Esto permitiría, retomar de forma más precisa las diferentes aristas y necesidades sociales que subyacen al debate sobre la ayuda al desarrollo.  Pero bueno, esto es otro tema…